sábado, 10 de febrero de 2018

60.- Tras las huellas marcadas

     Para Hortensio la situación no era fácil de llevar. La incómoda sensación de que el tiempo jugaba en su contra y la desesperante certeza de que no sabía ni por dónde empezar le sacaban de quicio.

     - Señores -les dijo a Streller y a Mel. - Tenemos que hacer algo.

     Estaban en el despacho de Gutiérrez. Los tres sabían que si el comisario se enteraban de que habían ocupado su espacio con tanta libertad les echaría una buena bronca. Por si acaso, y llevados por una especie de temor reverencial, ninguno de ellos ocupaba la silla del comisario, al otro lado de la desordenada mesa de despacho.

     - ¿Qué sugieres? -preguntó Mel.
     - Lo peor es que no tengo nada que sugerir -respondió Hortensio resoplando. - Streller, ¿tú tienes algo?

     El periodista se ajustó la gabardina y se calzó las alas de sombrero.

     - Poca cosa. Tenemos la cara de ese tío, joder.  Sabemos quién es y está más fichado que nunca. Y sin embargo no hay manera de dar con él.
     - ¿Has movido tus hilos?
     - He peinado los barrios bajos de principio a fin, Hortensio. Todos están avisados. Nadie ha visto nada.

     Los tres se miraron en silencio.

     - Como Gutiérrez sepa que hemos estado haciendo el panoli, nos va a machacar hasta el fin de los tiempos -susurró Mel. - Si yo fuera él...
     - Eso es -interrumpió Hortensio.
     - ¿El qué?
     - ¿Qué haríais si fuerais él?
     - Echarnos un buen rapapolvo.
     - No me refiero a eso. ¿Recordáis en qué punto estábamos?

     Los tres volvieron a mirarse. Hortensio prosiguió.

     - Mel, estábamos buscando cabinas telefónicas cerca de parques y de paradas de autobús. Gutiérrez empezaría por la que consideraría más asequible. Seguro que encontró algo.
     - ¿Quieres decir que Morales está cerca?
     - Y Gutiérrez en estos mismos instantes. Es posible que los tengamos delante de nuestras narices. Dame un plano de la ciudad.

     Hortensio, Mel y Streller metieron esas mismas narices en el plano. Más les convenía actuar rápida y certeramente. La ira de Gutiérrez, en caso contrario, podía ser épica...