Gutiérrez despertó atolondrado. Con la boca seca, una sed terrible y el sabor pastoso de la sangre aún alojado en su garganta. No podía recordar cuánto tiempo había estado durmiendo. Tampoco tenía ni idea de cuánto llevaba allí, sentado en aquella silla clavada al suelo y con las manos atadas a la espalda. Juraría que eran días. El tiempo pasa despacio cuando te han partido la cara y te han maniatado.
Aquella vez, sin embargo, fue diferente a las anteriores. Aquella vez, cuando abrió los ojos, Gutiérrez vio que frente a él había una figura, un tipo que se apoyaba en la pared y le miraba. Después de que su vista se hubiera adaptado a la oscuridad pútrida de aquel antro maloliente, Gutiérrez pudo distinguir ante él a Morales.
Al cabrón de Morales, el asesino del imperdible.
- Vaya, por fin despierta la bella durmiente... ¿qué tal estás, bonito?
Gutiérrez le hubiera reventado los sesos allí mismo si hubiera tenido las manos libres. El tío, encima, sonreía al apreciar la impotencia del comisario.
- ¿Lo estás pasando bien aquí?
- Que te jodan -pudo susurrar Gutiérrez con esfuerzo.
- Oh, no, no... Que te jodan a ti, Gutiérrez... ¿Sabes lo bien que lo estoy pasando?
El comisario calló.
- Dime algo, ¿no? Tú que eres tan gallito, tan prepotente... vamos...
- Que te jodan.
- ¿Es todo lo que tienes que decir?
Silencio.
- De acuerdo -dijo entonces Morales mientras se acercaba al comisario. - Ahora van a pasar cosas, ¿sabes? Cosas que, a lo mejor, no te van a gustar... Pero no importa, porque, ¿sabes quién manda aquí? ¿Eh? ¿Lo sabes?
Silencio.
- Pues mando yo, comisaruelo...
Y Morales soltó una risotada que hizo que a Gutiérrez se le revolvieran las tripas...
Se reclinó ante el escritorio de su despacho, se encendió un cigarrillo y observó el infinito. Alguien llamó educadamente a la puerta. "Comisario", le dijeron, "alguien quiere verle". "Seguro que no es para nada bueno", pensó él, "nadie me llama para nada bueno". Sin embargo, de sus labios solo brotaron las palabras "¡que pase!". Y no era ninguna rubia despampanante, por supuesto. Eran problemas. Más problemas. "¡Mierda!", pensó. Y aspiró otra calada.