miércoles, 18 de diciembre de 2013

27.- Evasión y victoria

     Hay gente que tiene la virtud de evadir su mente en momentos de aburrimiento supremo o desagrado. Ese tipo de gente, afortunada sin duda, desarrolla mundos interiores riquísimos mientras, por ejemplo, trabaja en una fábrica, circula en metro o espera en la antesala del traumatólogo. Quizá no sean muchos y, tal vez por eso, conforman personalidades particulares.
   
     El comisario Gutiérrez, desde luego, no era de esos. Nada más lejos de serlo, de hecho, harto como estaba de llevarse el trabajo a casa y de padecer la intromisión en su vida de gente sin escrúpulos y, en general, de consumados estúpidos. Aquella vez, sin embargo, mientras esperaba a su segundo candidato, logró abstraerse de la deprimente situación en la oficina y de imaginarse un contexto diferente.
   
     Imaginó, de hecho, una conversación con Mel. No es que Mel fuera su personaje más admirado, pero era un panoli con gracia a quien divertía fastidiar. Lo imaginó en la oficina, precisamente, lo cual demuestra, de un lado, la escasa inventiva de Gutiérrez y, de otro, la importancia que tenía aquel cuartucho del demonio en su vida y, por lo que se veía, en su psique.

     - Oye, Mel, ¿sabes lo que he oído? -decía Gutiérrez.
     - ¿De qué se trata, señor Comisario?
     - Un caso curioso, tal vez te interese documentarlo, ya sabes, para los noveluchos esos que dices que escribes.

     Mel arqueaba una ceja, tragándose la ofensa con el fin mayor de obtener la información deseada.

     - Ha sido en un parque, al otro lado de la ciudad. Dos niñas que jugaban han encontrado una cabeza enterrada allí, junto a un banco.
     - ¿Una cabeza?
     - En efecto, una cabeza. Decapitada. Vieron arena removida y se acercaron, ya sabes, las niñas son como los gatos, siempre metiendo las narices donde no les llaman. Y empezaron a escarbar. Cuando se dieron cuenta, tenían ante ellas una cabeza humana, sucia, llena de tierra, pero enterita...
     - ¡Qué desagradable!
     - Y eso no es lo peor...
     - Ah, ¿no?
     - Ni mucho menos. Las niñas no solo no salieron espantadas, sino que que se quedaron mirando la cabeza, toqueteándola, yo qué sé qué tipo de ideas pasan por la cabeza de esa gente...
     - ¿De los niños, dice?
     - De los niños. Y, ¿sabes qué?
     - ¿Qué? -Mel abrió aún más unos ojos llenos de interés.
     - Pues que la cabeza aún respiraba, ¿te lo imaginas? Aún respiraba... y dicen que hasta empezó a toser...
     - ¿En serio?
     - Eso dice el informe, por lo visto. Pulula por ahí. Yo de ti ya estaría investigando...
     - Claro, comisario, ya mismo voy a preguntar en ventanilla...

     Entonces Mel salía corriendo y Gutiérrez se partía de la risa, qué tío más inocente, este Mel, vaya crío, cuando Eulalia le despertaba de su ensueño...

     - Comisario, ¿está bien?
     - Claro, Lali, ¿qué quieres?
     - El segundo candidato...
     - Ah, sí, que pase...

     Vuelta a la cruda realidad. Aunque efímera, porque Gutiérrez vio entrar a un jovenzuelo de aspecto chulesco y pelo de pincho, un yogurín recién salido de la academia, seguro, que encima le soltó algo así como:

     - ¿Qué pasa, jefe?
     - Fuera.
     - ¿Cómo?
     - Fuera de mi vista.
     - Bueno, tío -dijo el imberbe insolente. - Ya me voy... joder, para eso no vengo...

     Pues que no hubiera venido, pensó Gutiérrez. Anda que despertarle de sus ensueños con gilipollas como ese. ¿A quién se le ocurrió la genial idea de presentarlo a candidato a ayudante? Y eso sí, especialmente, que quede claro que ningún nuevo ayudante va a osar llamarle "jefe". Que ni se le ocurra, porque no dura ni un suspiro...