domingo, 11 de agosto de 2013

23.- Frente a frente

Así que allí estaba. Ante el jodido asesino del imperdible. El que dejaba enganchado a sus víctimas un papelito con su apellido. El que, según todos los testigos, tenía la cara más común del mundo. Y era Morales, su subordinado, el aprendiz, el tipo más pánfilo y mojigato que había conocido nunca, y eso que había conocido muchos...

La sala de interrogatorios no era mayor que el cuarto trastero de un bar de mala muerte. Tampoco hacía falta más para intimidar a los detenidos. Tampoco había mucho que interrogar, en este caso. Morales había sido apresado en plena faena, como diría un castizo. Joder, iba a cargarse al abogado ese... joder, si ya había confesado...

- Así que, Moralitos, se te acabó el rollo.

Morales seguía soniendo en silencio. Maldita sea, no había dejado de sonreír desde que lo habían detenido. Gutiérrez pensó que parecía otro, esa sonrisa demente no era la sonrisa del inútil ayudante. "Cómo cambia la gente", se dijo Gutiérrez. "Nunca terminas de conocer a nadie...".

Como a Streller. Gutiérrez no terminaba de fiarse de él. Era descarado, entrometido, un cotilla de mucho cuidado guiado por quién sabe qué intenciones ocultas. Pero le había sido útil. Aquella entrevista en el parque, aquellas palabras susurradas al oído ("fíjese, Comisario, en quien más le frecuenta"), le habían puesto sobre la pista. Y también tenía algo que agradecerle a ese proyecto de escritor, ese Millán, o Mel, aunque llegara recomendado por Streller. Gutiérrez había llegado a la conclusión, ya la noche anterior, de que contaría con ellos en el futuro, aunque con cautela. "Hay que tener amigos hasta en el infierno...".

Gutiérrez se encendió un cigarrillo. Le ofreció otro a Morales, con sorna, sabiendo que este no fumaba. Sin embargo, Morales lo aceptó. "Esquizofrenia", concluyó Gutiérrez. "El Morales malo sí que fuma...".

- Así que cuatro asesinatos, ¿no, Morales? Cuatro víctimas solamente... pues vaya asesino en serie de pacotilla que eres... bien pronto te hemos cazado...

Morales permanecía impasible, sin borrar esa desconcertante mueca, similar a una sonrisa, ni para dar caladas al cigarrillo que Gutiérrez le había ofrecido.

- El Navajas, el tipo del día de la tormenta, el que tiraste desde el puente, el del bar...

Morales entonces reaccionó, como si hubiera sido herido en su orgullo.

- El del puente se suicidó, gilipollas -dijo. Hasta su voz parecía diferente de aquella voz tímida e infantil del Morales cotidiano. - Que ni para eso sirves...

Gutiérrez sopesó hasta qué punto podía aquello ser verdad. Hasta los psicópatas tienen un punto de vanidad, desde luego. Un punto enorme. No les vale con ganar el juego; tienen que predicarlo a los cuatro vientos. "Un papelito con mi nombre... recomendaciones para ir a buscar al Navajas... si es que quería que le cogiera, coño".

- ¿Solo tres, entonces? Pues vaya mierda... -no hay nada para enfurecer a un vanidoso como minimizar sus logros. Y Gutiérrez quería, desde luego, enfurecer a Morales.
- ¿Solo tres? -dijo Morales a gritos. - ¿Solo tres? Imbécil, inepto... ¡Tres que tú sepas! Tres desde que llegué a la conclusión de que eres tan inútil que había que ponerte avisos en los cadáveres para que te enteraras.
- ¿Ha habido más, acaso? -preguntó el Comisario en tono de burla, escondiendo, quizá, el temor que comenzaba a invadirle. Temor a que, al fin y al cabo, Morales hubiera triunfado.
- Ha habido decenas de ellos, algunos olvidados, otros ocultos, otros resueltos de forma equivocada...

Morales entonces rió con ganas. Gutiérrez calló, impávido. ¿Decenas? Vaya farol...

- ¿Y Eva, qué? ¿Ya no te acuerdas de Eva? Caso abierto... ¿eh? Que te jodan, Gutiérrez, no he disfrutado nunca tanto acabando con una vida...

Gutiérrez quedó petrificado. Perdió los nervios. El cigarrillo cayó de su boca al suelo, y ni siquiera se molestó en recogerlo. Eva... Algo le decía que ahora Morales no mentía. Eva, su Eva...

Cuando Morales dejó de reír, un rato después, Gutiérrez aún no había sido capaz de moverse. Sus ojos, eso sí, despedían llamaradas de furia...

jueves, 1 de agosto de 2013

22.- Un mazazo

- Así que aquí estamos, al fin, frente a frente...
- Cállate, gilipollas. Te acabo de pillar "in franganti", así que nada de frente a frente, tú calladito, y responde solo cuando yo te pregunte...

Morales no mostraba sorpresa. "Haciéndose el duro", pensaba Gutiérrez, porque suponía que debía de estar acojonado. Atrapado en pleno acto delictivo, un pánfilo como Morales...

- ¿Cómo me has descubierto?
- Que te calles, joder -le intimidó Gutiérrez. - ¿Qué te creías, que no te iba a descubrir? ¿A qué jugabas, panoli? ¿Pensabas que no iba a sospechar de ti porque eras mi ayudante? No me toques las narices, chaval...

Morales sonreía, esa sonrisa despreocupada que a Gutiérrez, cuando la veía en los delincuentes, le sacaba de quicio.

- Eres un estúpido, Gutiérrez, lo has sido siempre. Has estado siguiéndome, ¿verdad? Bueno, ¿y qué? ¿Piensas que no sabía que ibas a terminar por caer en la cuenta? Eres tonto, Gutiérrez, muy tonto, pero al final te lo he puesto tan fácil...
- ¿Qué quieres, Morales?

Morales se mordió el labio inferior. Gutiérrez sacó de su chaqueta un paquete de cigarrillos y encendió uno...

- Fumando hasta el último momento, ¿eh?
- ¿Qué ultimo momento ni hostias? Quedas detenido, Morales, por un puñado de asesinatos... -dijo Gutiérrez, pero no se movió del sillón de cuero, pulcro y cómodo, que ocupaba.

Morales rió de buena gana.

- Venga, necio, detenme. No has avisado a nadie en comisaría, ¿verdad? Claro, un trabajo discreto, se trataba de cazar a tu ayudante, y por tu ayudante pasan todos tus asuntos, ¿eh? Estamos tú y yo, inútil...

Morales echó mano al bolsillo de su chaqueta. "El cuchillo", pensó Gutiérrez. "El mismo que iba a utilizar para matar al abogado". Sin embargo, permaneció inamovible. Iba Morales a avanzar a dirección a Gutiérrez, no obstante, cuando algo le golpeó en la cabeza con tal fuerza que le hizo caer de bruces, inconsciente, sangrando por una oreja.

- Joder, Mel -suspiró entonces Gutiérrez. - Un poco más y dejas que me clave la punta del cuchillo en el pecho.
- Todo controlado, señor Comisario. Es que estaba interesante la conversación, creo que la voy a transcribir tal cual en mi próxima novela...
- ¿Intere... qué? Venga, Mel, no me jodas -Gutiérrez se abrió de brazos y miró al cielo con gesto teatral. - Pero, ¿es que no voy a poder contar nunca con un ayudante decente?