lunes, 9 de mayo de 2011

4. El nombre escrito

- Jefe...
- ¿Qué?
- Jefe...
- ¿Qué?
- Jefe...
- ¿Qué coño quieres, Morales? Que te estoy escuchando...

El Comisario Gutiérrez se agitó incómodo en su silla. Morales había entrado a interrumpirle mientras él se encontraba enfrascado en la lectura del periódico, más concretamente en los resultados deportivos. Y no había peor momento para interrumpir.

- Han encontrado un cadáver.
- Muy bien, pues que lo entierren...
- Bueno, parece un asesinato, jefe...

Gutiérrez frunció el ceño.

- ¿Quién era el finado?
- Un borracho habitual del barrio. Lo encontró el barman después de cerrar, tirado en el callejón trasero...
- ¿Un borracho? Será un asunto de apuestas, o una pelea callejera, Morales, que parece que has nacido ayer. Ya sabes cuál es el protocolo, ¿no? Pues hala, a ello...

Y, dicho esto, volvió a la lectura. Ni un solo resultado le reportaba algo de pasta. Dichosas casas de apuestas, vaya engañabobos...

- Jefe...
- ¿Qué...?
- Jefe...
- Morales, maldita sea, ¿qué?
- El muerto llevaba algo, un pedazo de papel...
- Estupendo, a investigar.
- ...clavado a sus párpados con un imperdible...
- ¿Un imperdible? El mundo está lleno de locos...
- Jefe...
- Dime, Morales.
- En el papel había un nombre escrito.

Gutiérrez ya había dejado el periódico. ¿Un papel? ¿Un nombre? ¿Un imperdible? ¿Un párpado? Aquello olía a asesino en serie.

- ¿Y qué ponía en ese papel, Morales?
- Gutiérrez, jefe... ponía Gutiérrez, su nombre... vamos, su apellido...

El Comisario empalideció ligeramente, se incorporó en su silla y resopló. Aquel día ya no volvería a mirar los resultados deportivos.